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martes, 21 de septiembre de 2010

Cortada a cuchillo

Cuidaba de cada detalle buscando la perfección. Lo que nunca se dio cuenta es que la naturaleza es más fuerte que lo mental. Hay instintos que prevalecen sobre la razón. Existen cosas que no podemos controlar porque nunca vamos a tener el control de todo lo que nos rodea, ni siquiera de nosotros mismos.

Fue entonces cuando sus miradas se cruzaron. Y algo cambió en ella para siempre. Ya nunca sería la misma de antes. En su interior comenzó a gestarse un monstruo, un ser espantoso, deseoso de sangre. Ella sentía cómo sus órganos vitales se iban comprimiendo con el paso del tiempo a causa del desmedido crecimiento de este ser que la consumía. Poco a poco fue quedándose hundida en la nada: primero su cuerpo dejó de moverse. Al día siguiente, sus músculos faciales perdieron movilidad. Sus ojos ya no miraban, pero veía el mundo pasar, los días convertidos en meses, los meses en años. Sus oídos percibían sonidos que cada día eran más extraños, más desconocidos. Era sólo ruido.
El horripilante monstruo comenzó a devorarse incluso su cerebro. Se había apoderado de su cuerpo, de sus sentidos, de su capacidad para sentir. Ahora tomaba el control de su mente. Lo llenaba de sus perversas ideas. Reprogramaba su sistema para que respondiera a su imagen y semejanza. Le tatuaba órdenes, sentimientos, instintos, por encima de su pura superficie. Y la tinta fue recorriendo todos los recovecos de su entramado cerebro hasta llegar a lo más profundo de él. Y allí conquistó su territorio marcando la llegada de un nuevo rey, una nueva era.
Así fue cómo la criatura habiéndose adueñado del cuerpo y la mente de la mujer hasta dejar su existencia en el olvido, anulando inclusos sus propios recuerdos, comenzó a dejarse ir. Una vez terminada la tarea, con sus dientes filosos empezó a devorarse hasta morir desangrada. Su misión había culminado. La mujer ya no era mujer, era parte por siempre infinita de este ser superior y mundano que nació, vivió y murió para transformarla. Y todo por haber hallado en los ojos de otra mujer una belleza digna de adorar.

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